El turismo en la Antártida

El turismo masivo deja huella en la flora y fauna de la Antártida

Fecha de Publicación: 28/04/2008
Fuente: El Mundo (España)
País/Región: Antártida


"Se está vulgarizando una tierra sacra", advierte el doctor en Ciencias Ambientales Martí Boada. El misticismo que despierta la Antártida y la evolución de los transportes han fomentado que cada año 40.000 turistas hagan caso omiso de las bajas temperaturas y visiten la gran tierra blanca. Hasta ahora llegaban en barco y, desde el pasado enero, también en grandes aviones. La península Antártica, la zona que más sufre los efectos del calentamiento, es precisamente el área más visitada y, por lo tanto, la que más está notando los efectos del turismo en su flora y su fauna.
Desde que en 1966 se organizara la primera expedición turística a la Antártida, el número de visitantes no ha dejado de crecer hasta el punto de que en los últimos 15 años se ha multiplicado por cinco. Según explica Andrés Barbosa, doctor en Ciencias Biológicas e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en la Estación Experimental de Zonas Áridas en Almería, el incremento de turistas se traduce en un mayor descontrol. De hecho, los datos de tráfico marítimo del puerto patagónico de Ushuaia (Argentina), que es el origen de la mayor parte de los cruceros, indican que el 58% de los barcos turísticos del 2007 pertenecían a países no signatarios del Tratado Antártico y que, por lo tanto, no estaban obligados a cumplir las medidas de protección ambiental que indica el acuerdo.
Boada, que precisamente el pasado mes de febrero estuvo en el continente sin dueño para estudiar el impacto de la presencia humana, considera que las expediciones antárticas son "una de la formas turísticas con más emisiones y con un balance más negativo". El científico catalán, que aún analiza los resultados del estudio, calcula que un barco turístico de tamaño pequeño gasta unos 6.000 litros de gasóleo diarios y produce 200 kilos de residuos al día. Boada también pudo observar que ahora se ha puesto de moda practicar en el territorio antártico deportes de aventura como el snowboard o el kayac.
Barbosa, que ya ha ido tres veces a la Antártida, añade otras actividades que están degradando el suelo del continente y áreas próximas. En la Isla Decepción, lugar muy frecuentado por ser una peculiar zona volcánica, hay zonas de agua caliente que se han adaptado para que los turistas puedan bañarse. El científico del CSIC también alerta de la llegada a las costas antárticas de pequeños yates privados que, aunque transportan pocos pasajeros, actúan sin ningún tipo de control.
La mayoría de los turistas antárticos están obligados a pasar por un proceso de desinfección de las suelas de los zapatos especiales antes de bajar del barco. A pesar del riguroso ritual, Boada explica que en la Antártida ya se han detectado más de 60 especies de plantas invasoras. Invisibles semillas con una estrategia de colonización muy potente se enganchan en la ropa y en el cabello de los humanos y germinan al caer sobre el suelo de la Antártida. En el continente helado solo hay dos tipos de plantas superiores: el pasto antártico y el clavel antártico. Pero ahora se pueden encontrar, debido a la actividad humana, hierbas y plantas nitrófilas que también crecen en huertos de aquí: amaranto, verónicas, senecio-
El hecho de que los turistas de la Antártida se acerquen demasiado a los pingüinos, advierte Barbosa, puede ser la causa de la existencia de nuevos agentes patógenos y provocarles enfermedades por depresiones o cambios de comportamiento. "Aunque ahora no puede probarse que el turismo tenga un impacto muy grande sobre los pingüinos, los efectos se verán a largo plazo porque son animales que viven más de 20 años", dice Barbosa. Según Boada, tras años de caza incontrolada, la ballena azul aún corre peligro, pero la jorobada tiende a recuperarse. Los dos científicos coinciden en afirmar que es preocupante el descenso de la cantidad de krill, una especie de gamba de la que se alimentan los pingüinos y los cetáceos. El deshielo y las capturas para elaborar comida de peces de cultivo son las dos principales amenazas del crustáceo.
"Nadie en la Antártida controla el cumplimiento de las normas de respeto ambiental", afirma Boada, y añade que el pisoteo del suelo debería evitarse canalizando las visitas en "pequeñas área visitables" y construyendo un paso elevado para que no se pise el suelo "sagrado". Josep Maria Gili, investigador del Institut de Ciències del Mar de Barcelona (ICM-CSIC), apoya el turismo antártico controlado siempre y cuando no entorpezca la actividad científica. También apuesta por abrir nuevas zonas de la Antártida al turismo para aliviar la carga de la península.
Barbosa propone que viajen inspectores en los barcos turísticos para garantizar el cumplimiento de las normas de respeto ambiental. El biólogo del CSIC también considera que debe regularse la cantidad de turistas y de barcos que llegan a la Antártida para garantizar la seguridad de los propios viajeros y evitar sucesos como el del Nordkapp y el Explorer. Ambos navíos sufrieron sendos accidentes en enero y diciembre del 2007, aunque sin que tuvieran que lamentarse víctimas.

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